7 de mayo de 2013

Atazagorafobia

Sería una total mentira decir que te extraño cuando el sol ya se ha marchado o cuando la luna está llena y no la estamos contemplando. La realidad es otra, es sorpresivo, más bien, el hecho de echarte de menos.

De repente te extraño cuando me doy cuenta que no estás, que no es muy a menudo porque ando ocupada pensando otras cosas, otras idea; ando en otros ambientes, distante quizás. Pero cuando caigo en cuenta de tu ausencia, ocurre una explosión.

De vez en cuando, quizás cuando me meto muy adentro de mis sentimientos, o cuando salgo de ellos y capto lo que me rodea (Aún no sé) es que lo noto. Te noto más que distante, desaparecido, invisible o como mi taza de café favorita que se ha perdido y no la encuentro por ningún lado. De esas veces en que recuerdo tu estado gaseoso, evaporado, veo hacia los muebles vacíos, llenos de polvo frente al televisor y se me vienen imágenes retrospectivas, como fotos de los dos, ayer o de hace dos, tres cuatro semanas, meses, años. Ya no estás.

Luego, me repito a mi misma como un disco que no se trata de que tú no existas más, sino se trata de que has dejado de suceder, nunca de existir. Y que nada de lo que nace en este mundo, ningún fenómeno deja de existir jamás. Es como la energía, que no se crea ni se destruye, sólo se transforma.

Luego de este raro e inusual suceso, regreso a la misma rutina de ignorar tu falta o simplemente obviarla, y aunque no te haya olvidado aún, quizás esta sea la costumbre por miedo a hacerlo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario