1 de junio de 2013

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No hay nada, lo sé
No hay nada más allá
Aunque sé
Lo hay de todo

Lo fugaz, aquello que vuela y con una fuerza fuera de lo convencional, lo natural, burla la gravedad.
Aquella la que nos ata, la que nos limita y hace más fuerte la caída.

A dónde vamos, si todos somos moléculas. Cuál es el asilo para los desesperados, ¿Es posible el exilio? O grata la pérdida, la derrota..El tiempo como mismísimo invento nuestro, nos ahorca. Se apaga, y nos acaba, pero siempre apaga primero las ganas.. La mirada.

Cuántas veces observamos con la mirada cristalizada y la sangre congelada, y los sueños sosteniendo una granada a punto de explotar, de el seguro quitar.

Y ni hablar de la agonía que sufre cada nervio y cada arteria al ver circular gas y Napalm, hasta que la bombona se averíe y la decrepitud de la sonrisa se vuelve valiente para mostrar su esquelético físico. Pero aún así, todos se mienten y tras los lentes de la agonía vemos todo normal, hasta dar por costumbre la exacerbada rutina de mentir, adulando a la fantasía para que deje de brillar y hasta morir desangrados por palabras de púas, indiferencia de hojillas clavadas en las venas.

¡Claro! Muriendo con la inseparable excusa de la felicidad, de que todo va bien... Arrodillados ante los textos sagrados y la moral.

No hay más que todo. 

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