7 de junio de 2013

Jalea de lunas dedicadas

Les voy a contar una historia, no es algo convencional que escucharán de cualquier cuerdo, no.. Es real, se los digo de antemano, porque como dijo Picasso "Todo lo que se puede imaginar es real", entonces no cabe duda alguna.

Hace algún tiempo, no mucho o quizás aún sucede, yo, nostálgica miraba al cielo como si algún astro o algún  pedazo de la galaxia fuera a venir a abrazarme y a consolarme. Miraba intensamente, con cara de gato. Necesitaba que el silencio trajera algo bueno, una cura quizás. Varias veces me fui a dormir sin logro alguno, sin victorias.

Necesitaba compañía, y me apasionaba la posibilidad de charlar con la luna. Sé que unas cuantas veces, ella me miró desde arriba, sonriente, como si se burlara de mis penas. No entendía por qué actuaba así. Otras en cambio, note que la luna se asomaba para verme, mientras charlaba con las estrellas. Una de ellas se acercó -Era hermosa, brillante, casi me cegó- y me dijo que la luna les contaba sobre las miradas desoladas que más la habían conmovido durante todos los años de existencia, y entre esas, una era la mía. Yo sólo mostré una sonrisa confusa y tímida. Me enloqueció la idea de que sí me notaba, y veía tan cerca la posibilidad de charlar con ella.

Hubo una vez que llegué a mi cuarto irritada por los gritos de mis neuronas, ¡no paraban! me sentía frustrada puesto que todo parecía ir mal, mi profesión de caótica era cada vez más congratulada, así que llegué directo a la cama y recuerdo que esa vez la noche entró a mi cuarto, pero la ventana era demasiado chica como para que entrara la luna. Miro desde lejos y se fue, yo me quedé con la noche, más sola que nunca.

A la mañana siguiente, encontré una nota que decía: "Te espero allí. Cruzando a la izquierda, dos metros después de un asteroide sin nombre, en el medio de la nada. Verás que da una espectacular vista a tu casa"... ¡ERA LA LUNA! Me había escrito, quería verme, hablarme. Estaba tan contenta que por un momento olvidé el grito de mis neuronas y el Trinitrotolueno que corría por mis venas. Fui feliz.

Sin más, esperé a la noche ansiosa, impaciente. Cuando llegué, corrí, volé, salté, me tropecé con los hombros de varias estrellas, muchas nebulosas se me atravesaron, pero eso no hizo que me estresara, pues era más grande mis ganas de llegar hasta ella.  En el camino, recuerdo que crucé del lado equivocado y me quemé con los rayos del sol, no importó, la adrenalina era mejor. Volví de nuevo al camino correcto, recuerdo que la vi a lo lejos, estaba sentada, yo me apené pues me había demorado un poco, pero ambas intercambiamos sonrisas más inmensas que la galaxia.

La conversación, un café, y la vista espectacular de mi casa, era una vista panorámica que daba directo a mi ventana, casi que me podía ver a mi misma asomada en la ventana de tanta rutina que llevaba.. Me contó de sus amigas, de las otras lunas de Júpiter y me confesó que varias veces ellas le hacían la suplencia de alumbrar las noches en la Tierra mientras ella paseaba por otras galaxias, quedé atónita con aquella revelación.

Me contó que tanto le dolía mi mirada, como tanto le habían dolido las miradas de millones de personas en todos los años de existencia, pero no podía entrar a los cuartos de todos los desolados, alucinarían y su lugar era el espacio. Yo la comprendí totalmente.

Me dijo que ya era tarde y debía irme, yo le reproché, pues el tiempo no existe y menos en el espacio, o eso creo. Ella insistió, pues yo vivía en la Tierra y acá nos regimos del tiempo. Me despedí de ella mientras notaba su rocosa piel, sus cráteres que pensé que podría haber sido porque en algún tiempo sufrió de acné, pero nunca me dejó de encantar en ningún momento. Volví a mi cuarto y cuando me asomé por la ventana ya se había ido y todo empezó a aclarar de unos colores de amanecer que jamás había visto.

Seguí con mi rutina, estaba un poco molesta. No quería seguir en la Tierra así que fui a la montaña y grité ¡Que se caigan las estrellas y tú te caigas con ellas! Estaba furiosa, todo iba mal. Quería seguir paseando por la galaxia entera, hablar con la Luna, jugar con las estrellas..

Esa noche, llegué a mi casa muy molesta conmigo, con el Universo, con todo, el grito de mis neuronas no me permitían escuchar lo que pasaba a mi alrededor, pero de pronto escuché un sollozo, un llanto. Entré a mi cuarto, puesto que el sonido venía de allí y fue cuando encontré a la Luna desangrándose en mi ventana... Entre la angustia y los nervios me acerqué, intenté ayudarla pero ya era muy tarde. La luna había muerto.
Fue el funeral más triste al que haya asistido en toda mi existencia..

Nadie nunca lo supo, pero en silencio yo sabía que la culpa era mía. Aquella vez que grité en la montaña que se cayeran las estrellas y ella también, mis palabras fueron demasiado fuertes, y lo comprobé porque la noche siguiente de su muerte encontré pedazos de estrellas regados por toda la calle. Era mi culpa, fueron mis palabras.

Así comprendí que las palabras son de púas, hieren, matan, y siguen teniendo efecto a millones de años luz de distancia. 

1 de junio de 2013

Atentado

Ya sanaste, 
ya sanaste ¿Al fin?

No sé si es un acto de satisfacción
o un hecho de celebración
Te recuerdo aun
te recuerdo en las tardes decembrinas,
en los muebles frente al televisor
y en las conversaciones reflexivas. 
Te recuerdo con nostalgia,
como se recuerda la visita a un enfermo
y como se siente cuando ya este ha muerto
Sanaste, es cierto, 
pero, a veces
dueles como una mala noticia.
Duele el "no más"
Duele el "más nunca"
Duele el "adiós, la despedida..
La caída"
También lo sabes.
Sólo soy una fotografía que se borró
los dos últimos dígitos de un número de teléfono 
que recuerdas por costumbre
Un nombre que retumba 
si me mencionan
Un cabello despeinado que parece desafiar
las leyes de gravedad
No más que un suceso
que como todo, pasó
quedó.


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No hay nada, lo sé
No hay nada más allá
Aunque sé
Lo hay de todo

Lo fugaz, aquello que vuela y con una fuerza fuera de lo convencional, lo natural, burla la gravedad.
Aquella la que nos ata, la que nos limita y hace más fuerte la caída.

A dónde vamos, si todos somos moléculas. Cuál es el asilo para los desesperados, ¿Es posible el exilio? O grata la pérdida, la derrota..El tiempo como mismísimo invento nuestro, nos ahorca. Se apaga, y nos acaba, pero siempre apaga primero las ganas.. La mirada.

Cuántas veces observamos con la mirada cristalizada y la sangre congelada, y los sueños sosteniendo una granada a punto de explotar, de el seguro quitar.

Y ni hablar de la agonía que sufre cada nervio y cada arteria al ver circular gas y Napalm, hasta que la bombona se averíe y la decrepitud de la sonrisa se vuelve valiente para mostrar su esquelético físico. Pero aún así, todos se mienten y tras los lentes de la agonía vemos todo normal, hasta dar por costumbre la exacerbada rutina de mentir, adulando a la fantasía para que deje de brillar y hasta morir desangrados por palabras de púas, indiferencia de hojillas clavadas en las venas.

¡Claro! Muriendo con la inseparable excusa de la felicidad, de que todo va bien... Arrodillados ante los textos sagrados y la moral.

No hay más que todo.