20 de octubre de 2014

En la carretilla

Ya he conocido a esa gente triste que camina pisando el velo de pensamientos corrosivos, pisando minas, pisándose ellos mismos

Esos que cabizbajo, se bañan cantando sus penas
 
Ya los he visto, los he oído hablar, intentando con frases controversiales querer sacar el monstruo que llevan en si
 
Los he visto caminar enloquecidos, no siendo más que el espacio vacío que son, porque es a lo que se resumen

He visto sus sonrisas apretadas, cansadas, que salen aún sabiendo que nada cambiará pero con la que se aferran a la vida
 
Los he sentido en mi pecho, silenciosos, taciturnos, aislados. Estando pero a la vez no, con la cabeza vencida, con las manos frías
 
Con el azul corazón como Grecia. Hechos café de madrugada y con cigarrillos como héroes

Los he oído relatar epopeyas, relatar sus fantasmas, relatarse ellos mismos: porque sino explotan, lo juro que explotan

Y ya los he visto luego, como Hiroshima. Ya los he olido, como cualquier versión barata de Chernobyl

Ya los he tocado empapados en sus dudas, ahogados, perdidos
Buscando un hombro, buscando a alguien o no buscando a nadie

Sí, son esa gente triste que camina por aceras, que camina y sólo camina
 
Que se suicida cada vez que recuerda, cada vez que extraña, que añora. Que se une a la oscura parte del sol

He vivido en sus soledades eternas, en sus soledades concurridas, en sus soledades tan reales como el cartón
 
Y he podido amarlos, salvar el amor propio, amar la lluvia de colillas de cigarrillos llenos de poesía para desechar los lunes 
 
incluída la lucha por sostener sus manos temblorosas de olor a otoño sombrío que te sorprenden cuando te miras al espejo.

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