30 de octubre de 2014

Té de jengibre

Qué absurdo creerse indispensable, abrazar la posibilidad de ser inminente, considerar cualquier fenómeno. Mirarte en el espejo falso del olimpo, sentirte allí, amar allí. 

Siempre resulta curiosa la mentira, tan interesante que pica para hurgar dentro de ella, para luego descubrir que estás abismal, a años charcos de distancia... Lejos, muy lejos.

Qué ingenuo creerse indispensable, sentirse parte de todo, tomarse personal cuando el brillo del sol roza tu piel ajena.

Resulta similar.El mismo fin: Media vuelta, un paso atrás del sol. Allí no tienes velas, así que regresas por el camino azul profundo, descendiendo por la baranda de tonos agudos y melancólicos.

Y vuelves otra vez a tu casa solitaria, diciéndole a Peter que la ventana está cerrada y que en la puerta hay una trampa para ratones, mientras maullas junto a ella el himno de que nada pasará.

Y justamente, nada pasa.

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